

NACIMIENTO DEL PRI
En la ceremonia fúnebre del finado presidente electo Álvaro Obregón, el aún presidente en funciones de México, Plutarco Elías Calles, miró a los ojos al embajador de los Estados Unidos, Dwight W. Morrow, quien lo observó sin parpadear.
Plutarco Elías Calles le sonrió moderadamente y, sin dejar de mirarlo, se llevó todos los micrófonos a la boca. Gritó sin quitarle la vista a Morrow:
-¡La desaparición del presidente electo ha sido una pérdida irreparable que deja al país en una situación particularmente difícil, no por la total carencia de hombres capaces o bien preparados, que afortunadamente los hay –y miró a su alrededor-, pero sí de personalidades de indiscutible relieve, con el suficiente arraigo en la opinión pública y con la fuerza personal y política bastante para merecer por su solo nombre y su prestigio la confianza general!
Hizo una pausa y los observó a todos. El silencio era total y había miles de cabezas en la inmensa explanada del corazón de México. Morrow aún no parpadeaba. Simplemente alzó el mentón. Plutarco Elías Calles aspiró profundamente, con los ojos cerrados y se sonrió a sí mismo.
-¡La Revolución –gritó- se ha concretado y propongo que ha llegado el momento de pasar de un sistema de “gobiernos de caudillos” a un más franco “régimen de instituciones”!
En este punto, Morrow volteó a ver a MacNab y le guiñó el ojo. Comenzó a aplaudir. Vino un aplauso masivo debido al efecto de reacción en cadena llamado “haz lo que hacen los que te rodean, aunque no sepas por qué”.
-¡Declaro ahora –siguió Plutarco Elías Calles- con toda claridad y solemnidad que no buscaré la prolongación de mi mandato aceptando una prórroga o una designación como presidente provisional, ni como presidente para el próximo periodo, ni en ninguna otra ocasión!
Tronaron aplausos en todo el espacio que lo rodeaba, llamado la gran Plaza de la Constitución, llamada “Zócalo” por un “zócalo” –o basamento- donde alguna vez iba a existir una escultura que nadie hizo-. Le gritaron “¡Viva el General Calles!” y “¡Viva la Revolución!” cuando estaba ahí un muerto dentro de un ataúd.
El presidente Calles siguió:
-¡No aspiraré nunca más a la Presidencia de mi país! –e hizo una larga pausa. De su bolsillo extrajo una pequeña uva y se la comió lentamente. El tronido de la primera semilla resonó en todos los altavoces la Plaza y en los muros de varios edificios bastante antiguos-. ¡Ahora bien –siguió masticando-, para llenar de momento el hondo vacío que nos deja el general Álvaro Obregón –y señaló benévolamente el ataúd-, quien era el presidente electo de México; y para ocupar el cargo de presidente interino, no será ahora preciso volver los ojos a caudillos, puesto que no los hay, ni será prudente, ni menos patriótico, pretender formarlos, pues nuestra historia nos ha probado que los caudillos traen siempre peligros para el país!
La multitud volvió a aplaudir y gritar. El general Francisco R. Manzo le dio un codazo al aguerrido y joven general Gonzalo Escobar –que era un joven Casanova bigotón - y le murmuró:
–¿Qué quiso decir con “caudillos”? Este hijo de la chingada nos acaba de cortar las alas a todos.
El general Lázaro Cárdenas, que estaba a la izquierda de Escobar les dijo a los dos:
–Silencio. Respeten la trascendencia de este momento.
Los otros pensaron: “No mames.”
El presidente Plutarco Elías Calles continuó:
-En los críticos momentos actuales, llegó el momento de cristalizar la Revolución, y para ello es condición indispensable la unión de la familia revolucionaria.
En ese momento, el controlado y cerebral embajador Dwight Morrow avanzó un paso y se puso a aplaudir demencialmente gritando “¡Bravo, bravo!”, al grado de que todos en la enorme plaza voltearon a verlo. Él siguió aplaudiendo, un tanto avergonzado, cada vez más lento y mirando a toda la gente a su alrededor.
Se le acercó desde atrás el elegante embajador británico, Esmond Ovey, y suavemente lo impelió hacia atrás. Una vez habiéndolo regresado a su posición original le susurró:
-Conviene el disimulo.
Morrow torció la boca y volteó a preguntarle:
-No debí hacer esto, ¿verdad?
-No, no debiste.
El diputado por San Luis Potosí Aurelio Manrique alzó los brazos y se puso a gritar:
-¡Calles! ¡Farsante! ¡Calles! ¡Farsante!
Esto disparó un efecto en cadena de gritos más graves: “¡Calles, asesino!”, “¡Calles, hipócrita!” y “¡Calles, cobarde!”
El diputado Antonio Díaz Soto y Gama, de imponente bigote retorcido, se abrió paso entre la gente y gritó:
-¡Calles es un caudillo hipócrita que estará escondido detrás del Partido Nacional Revolucionario! ¡Es un partido que está por formarse y que tendrá la misión de permitirle al Jefe Máximo controlar todo el poder en sus manos!
Los policías de esa zona de la plaza se le abalanzaron y el presidente Calles se llevó otra uva a la boca. La masticó lentamente, tronando las semillas en los altavoces. Antonio Díaz Soto y Gama siguió gritando cosas mientras se lo llevaban cargándolo como a un costal:
-¡Ese partido pontificio va a fundarse bajo la hegemonía de un hombre, cuando ese hombre ha ofrecido que acabarán los caudillajes! ¡Es una farsa!
Y desapareció en la muchedumbre. Se hizo un silencio. El presidente Calles miró hacia uno y otro lado. Estacionó la vista en el embajador Morrow. Con gran suavidad tomó una alargada cápsula de acero tapada con roscas de acero por ambos extremos y la elevó lentamente por encima del atril para que Morrow la viera. Las miradas se cruzaron en un espacio intangible arriba del cofre mortuorio del difunto Álvaro Obregón Salido.
El embajador le sonrió orgulloso a Plutarco Elías Calles y asintió levemente con la cabeza. Plutarco Elías Calles cerró suavemente el puño alrededor del tubo de acero y lo apretó firmemente. Le sonrió a Morrow.
El alto y atlético Coronel Alexander MacNab se inclinó discretamente sobre el compacto Dwight Morrow.
-Señor Embajador… ¿qué es exactamente ese objeto?
El embajador lo miró de lado y, muy discretamente, mirando hacia abajo, hacia la palma de su propia mano, la abrió lentamente y le mostró a MacNab el mismo cartoncillo que acababa de explicarle apenas hacía unos minutos.
-¿El diagrama, señor embajador?
Era el diagrama de la telaraña piramidal de organismos y sindicatos con flechas yendo de abajo hacia arriba bajo las palabras “Familia Revolucionaria”, “Partido Revolucionario Nacional” y “Nuevo Sistema.”
Alexander cerró los ojos y sonrió muy emocionado.
-Jefe, de verdad que usted es un “buenazo” –el término que utilizó realmente fue “Indeed, you are the man”.
Morrow contuvo la sonrisa del orgullo y se puso serio ante MacNab. “No es correcto caer en la vanidad”, pensó. “Ese fue el pecado de Satanás. Alexander es una tentación a mi soberbia. Alexander es un peligro. Es un instrumento del Enemigo.” Le dijo parcamente:
-Coronel MacNab: Informemos a Washington y a Nueva York. Prepárame una llamada a Wall Street número 23. Quiero transmitirle estas buenas nuevas cuanto antes a mi amigo Thomas Lamont.
Ese fue el instante en que fue creado el Partido Revolucionario Institucional.
Cayó la noche y el cielo se llenó de estrellas sobre la Ciudad de México. Acababa de desencadenarse una masacre, una guerra civil y una tragedia de proporciones inimaginables.
64
En efecto, el enemigo del líder de la nueva red de sindicatos obreros Luis N. Morones, que era “el gordito feo”, “el chaparro manchado” Emilio Portes Gil, gobernador de Tamaulipas, fue nombrado velozmente secretario de Gobernación, y a continuación rindió protesta como Presidente Provisional de México.
Se dice que el nuevo presidente, aunque era un simple “Provisional”, se sintió feliz en la silla y cayó en el error mexicano de “sentirse importante”. Acarició los brazos de la misma, restregó sus dedos en el amplio escritorio que tenía una bonita águila de cristal y se dio cuenta de que no tenía dinero. No tenía sueldo.
Tomó el teléfono y marcó a uno de sus “amigotes”, que era también amigote del ahora ex presidente Plutarco Elías Calles. Le dijo con su chirriante voz nasal constipada:
-Mi querido y fino amigo Luis L. León, estoy que me lleva la chingada: ustedes me trajeron aquí a la presidencia de la República pero no tengo un centavo.
Luis L. León, semejante a un impresionante “pie grande”, u “homo erectus” estaba con su “hermano mayor”, su inseparable “Nenote” Gonzalo N. Santos, “el Nenote de la Muerte” –se le decía así por tener la cara de un bebé, el cuerpo de un toro y la mente de un gángster.
-Pero Manchado… -le dijo el “erectus” Luis L. León- ¿y las partidas globales…? ¿…y gastos de representación de la Presidencia…? ¿Y tu sueldo?
El Presidente Provisional campaneó sus pies, que le colgaban de la silla.
–Son unos cabrones. Lo de las partidas globales lo suprimió todo el maricón de Luis Montes de Oca, y Plutarco me ordenó mantenerlo como el Secretario de Hacienda.
-No la hagas. ¿De veras? ¿Sin sueldo?
-Sí. Todas estas partidas las recoge ahora directamente Hortencia, la Trencha Torreblanca, la hija del mismísimo Plutarco y se las lleva a su casa de Anzures.
Luis L. León tapó la bocina y le dijo al enorme “Nenote de la Muerte” Gonzalo N. Santos:
-La hija Trencha, la esposa de Fernando Torreblanca, que era el secretario particular de Plutarco. A Emilio lo dejaron sin sueldo; se lo llevan todo a Plutarco a su casa de Anzures.
Gonzalo N. Santos, “El Nenote de la Muerte”, murmuró “…qué poca madre…” y tomó la bocina:
–Chinga –le dijo al Presidente Provisional-, ¿o sea que Calles maneja el sueldo de usted, señor presidente? –y sonrió en la bocina.
–Así es, cabrón. ¿Cómo ves? ¿Te imaginabas que me iban a joder así?
-No te preocupes, señor presidente. Yo me encargo de ese puto enano aristócrata de Luis Montes de Oca, aunque te lo haya encargado el mismo Plutarco. Le voy a mandar a mi diputado H. Sánchez Curiel, El Chicho. El Chicho sabe que si lo mando con Montes de Oca y no regresa con los papeles que le mando firmados, le arranco los dientes.
-¿De veras harás eso por mí, mi hermano?
El Nenote desenvainó su revólver de su funda bordada en oro y le dijo:
-Yo te consigo un millón y medio de pesos en oro puro, en orégano puro de Parral, Chihuahua, para que nos vayamos a pecar, y lo voy a sacar de la mismísima Secretaría de Hacienda, ¿cómo ves?
-¿Cómo le vas a hacer? ¿No se enojará Plutarco?
–Eso déjamelo a mí.
Arriba de su cabeza había un enorme letrero que decía “Comité Organizador del nuevo Partido Nacional Revolucionario.”
En la mesa estaban sentados con él los siguientes personajes, cada uno de ellos con un letrero que lo identificaba sobre la mesa:
General Plutarco Elías Calles, Secretario General.
Ingeniero Luis L. León, Secretario Tesorero.
General Manuel Pérez Treviño, Secretario de Propaganda –gobernador de Coahuila y ex jefe de Estado Mayor de Álvaro Obregón-.
Lic. Aarón Sáenz, 2do Secretario de Organización.
El general Plutarco Elías Calles gritó:
-¡Manifiesto! –y esperó a que los fotógrafos le dispararan con sus flashes-: ¡La irreparable pérdida del general Álvaro Obregón nos deja frente a circunstancias difíciles que obligan a la nación a resolver sus problemas políticos y electorales por nuevos métodos y nuevos procedimientos! ¡A falta de recias personalidades, se necesitan, para controlar la opinión y respaldar después a los gobiernos, fuerzas políticas organizadas!
Hasta este punto nadie supo si debían aplaudir o esperar, así que esperaron. El Presidente Provisional Emilio Portes Gil escuchó nervioso, en un aparatito de radio, agitando los pies desde su silla.
Plutarco Elías Calles continuó:
-¡Con objeto de encauzar y unir en un solo conglomerado a todas las fuerzas de la primera tendencia revolucionaria, y siguiendo las sugestiones contenidas en el mensaje del ex Presidente Plutarco Elías Calles –o sea él mismo-, nos hemos reunido los suscritos –y volteó a ver a sus compañeros de presidium- para construir el Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario!
Alguien comenzó a aplaudir en el recinto y todos lo imitaron de manera feroz. Algunos hasta se pusieron de pié y Plutarco Elías Calles continuó:
-¡Este Comité Organizador persigue los siguientes fines: Primero, invitar a todos los partidos, agrupaciones y organizaciones políticas de la República, de credo y tendencia revolucionaria, para unirse y formar el Partido Nacional Revolucionario! ¡Segundo: convocar oportunamente a una Convención de representantes de todas las organizaciones existentes que deseen formar parte del Partido Nacional Revolucionario! ¡Este Comité Organizador del nuevo partido de la Revolución convoca a todos los revolucionarios de México a unificarse en el PNR y a realizar una Asamblea Nacional de la Revolución el próximo primero de marzo en Querétaro, donde juntos elegiremos al que será el candidato de este nuevo partido unificado para la Presidencia de México para el periodo 1929-1935!
Alguien se le acercó al oído al flamante Presidente Provisional, Emilio Portes Gil, y le murmuró:
-Te tengo una mala noticia, señor Presidente.
El “Manchado” levantó una ceja, inquieto.
-¿Qué? –y le aproximó la oreja.
-El nuevo partido político que está creando Plutarco se va a sostener con recursos del Erario Público.
-Ajá… -y asintió varias veces, mirando el piso.
-La mala noticia es que tú eres quien va a encargarse de eso, pues eres ahora el Presidente Provisional. Se van a necesitar por lo menos 2.7 millones de pesos. Vas a tener que descontarles a todos los empleados del gobierno una semana de sueldo cada año.
Emilio Portes Gil tal vez pensó:
“Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo”.

DE VENTA EN: