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MASONERÍA

(Secreto 1929)

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La masonería es el “Monstrum Centimani”, Simón: el monstruo de cien manos. La logia que colocaron en México fue instalada en la calle de Bolívar número 73, en 1806, cuatro años antes del “grito de Independencia” de Miguel Hidalgo. Se llamaba “Arquitectura Moral del Callejón de las Ratas.” Ahí fue donde absorbieron a Miguel Hidalgo y operaron la separación de México de España para que México quedara disponible para Inglaterra y para los Estados Unidos. Lo mismo hicieron en toda América.

-¿Perdón? ¿Bolívar número 73?

Patricia me tomó de las manos y me sonrió muy tiernamente:

-Simón –y me apretó los dedos-, muy pronto recordarás quién eres y la causa tan infinita por la que estás luchando. Volverás a ser quien eres. Los verdaderos templarios no se extinguieron  –y me sonrió-.

-¿Perdón?

-Simón –me miró entrecerrando los ojos-: la guerra final no se va a librar con balas ni granadas. Se va a librar con una palabra, con una idea que va a unificar el corazón de millones y va a cambiar todas las cosas.

-No te entiendo ¿Qué guerra final? ¿De qué hablas?

Me apretó los dedos más fuerte.

-Esa palabra está dentro de ti. La recordarás cuando llegue el momento. La guerra final va a ser la guerra por la paz. Ahora ve a la embajada de los Estados Unidos y decodifica ese cuadro del que le hablaste al licenciado Vasconcelos hace diez años. Ese cuadro es el mapa que nos llevará hacia el centro de todo.

Mi mente se volvió un mar confuso y turbulento.

-Patricia –le dije y miré sus ojos color canela-: hay algo que no sabes y que me da mucho miedo.

-¿Miedo? –ladeó la cabeza y entrecerró los ojos lentamente.

-Es algo que está dentro de mí –y desvié la mirada.

-No te entiendo.

-No sé cómo explicarlo. Ni siquiera sé qué es. Es algo dentro de mí… algo aquí… -y me toqué la cabeza - No lo recuerdo. No sé qué es. Pero sé que es algo malo –y lentamente levanté la mirada hacia ella.

-Simón –me apretó los dedos más fuerte-: Todos tenemos una parte buena y una mala. De eso no te preocupes. Pero te prometo que la parte buena va a ganar –y me sonrió-. No somos nosotros quienes luchamos esta guerra. Es Dios. Es Dios dentro de ti –y me puso la mano en el pecho-. Tú sólo déjate llevar. Sigue tu corazón.  

Levantó la mano y me dibujó el signo de la cruz en la frente. A partir de ese instante estuve listo para ejecutar la misión más importante de mi vida: la modificación de todo.

(ESCENA 89) 

 

 

 

En la parte superior del muro había un letrero de cerámica quemada por el tiempo que decía “Callejón de las Ratas”. Ese azulejo escurría una especie de lodo petrificado. Debajo de esa mancha había otro letrero, mucho más reciente, que decía “Calle de Simón Bolívar No. 73.” 

Debajo de ese segundo letrero había un ladrillo de mármol incrustado en el borde de la puerta, con una imagen cincelada: un hombre sin cabeza, de cuyos hombros salían muchas manos, y de cuyo cuello tajado salía fuego; todo ello dentro de un rombo sobrepuesto con un cuadrado. Debajo decía “CENTIMANI”.

Nos miramos unos a otros.

-¿Centimani…? –me preguntó Apola.

Acaricié el bloque y le dije:

-Monstrum Centimani. El monstruo de cien manos.

Apola lo miró y frunció los ojos.

-¿Por qué no tiene cabeza…?

La miré y le dije:

-Sí la tiene. Está adentro de este edificio.

(ESCENA 101)

 

-Esta fue la primera logia que sembraron en México los masones –les dije a Apola y al enano Dido Lopérez.

-¿Y crees que la cabeza de cristal está aquí? –me preguntó Apola.

-No sé –le dije-. Tú me dijiste que debo seguir mis instintos y los estoy siguiendo –y miré el pedazo de escalera suspendido desde el piso de arriba. El resto estaba hecho escombros en el piso-.

-¿Dónde está? –me preguntó-.

-Estoy recordando –y miré hacia arriba-.

Apola me miró con los ojos de gato.

-¿Qué estás recordando?

-Hace 122 años absorbieron a un hombre, Enrique Mugi. Le dijeron que absorbiera al regidor del Ayuntamiento. Esto todavía era parte del Imperio Español. México era la ciudad capital de la mayor y más rica de todas las provincias del Imperio más grande del mundo, el Imperio Español. Era la Nueva España. En España la llamaban “La Joya de la Corona”. El regidor del Ayuntamiento tenía esta casa. Aquí iniciaron en secreto la logia masónica “Arquitectura Moral”. Aquí comenzó la penetración masónica en México. Era el año de 1806.

-¿Quiénes la sembraron exactamente? –me preguntó Apola- ¿Los ingleses o los Estados Unidos?

-No estoy seguro –y miré los fragmentos de piso cubiertos de excrementos-. La Gran Cabeza de Cristal está en uno de esos dos castillos secretos… en Londres o en Nueva York… Es ahí donde siempre ha estado y está vivo… Y si no está en uno, tal lugar es donde está ahora su mayor enemigo…

-¿De qué estás hablando?

-No sé. Estoy recordando. Deben haber sido los ingleses, porque España ya se estaba derrumbando bajo la invasión de la Francia ahora masónica de la Revolución. Napoleón, tú sabes. Era el momento para desmembrar todo el imperio español en América –y señalé un sillón viejo volteado debajo de un espejo roto-. Enrique Mugi absorbió al sacerdote Miguel Hidalgo… -y miré una repisa de mármol rota, con una máscara de hombre con cuernos y colmillos. A un lado había una escultura de una mano con el pulgar estirado y con los siguientes dos dedos pegados, apuntando hacia arriba-.

 

Caminé sobre las piedras.

-Todas las insurrecciones de América Latina ocurrieron al mismo tiempo –le dije a Apola-. Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México. En todos los casos las dispararon las logias masónicas recién instaladas. Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, José de San Martín, Guillermo Brown, Andrés Bello… todos estos revolucionarios que independizaron a las naciones latinas de América habían sido absorbidos primero por un hombre llamado Francisco Miranda en la Gran Logia Lautaro.

-¿Logia Lautaro? –me preguntó Apola.

-Desde ahí se controló todo. No estaba en América. Estaba en Europa. Francisco Miranda y su Logia Lautaro fueron los brazos Centimani de la Casa de Hanover Sajonia para desintegrar el hemisferio occidente del Mundo.

-¿Centimani? ¿Cien manos?

Señalé hacia la dirección de la calle.

-Un enviado de la Logia Lautaro, Simón Bolívar, estuvo aquí, en esta calle, a dos cuadras de aquí, en el número 51, durante dos semanas del año 1799. Por eso hoy se llama así esta calle.

-Tal vez Bolívar tuvo contactos con el regidor del Ayuntamiento –me dijo Apola-. Tal vez se llegaron a reunir en esta casa.

 

-En 1817, la Gran Logia de Louisiana ordenó la creación de tres nuevas logias pro estadounidenses en Veracruz, Campeche y Ciudad del Carmen, o sea “yorkinas” o “rebeldes” contra los Hanover. En la carta patente se les confirieron los siguientes nombres: “Amigos Reunidos No. 8”, “Reunión a la Virtud No. 9” y “Logia Tolerancia No. 6”. Todas ellas debían obedecer a la masonería estadounidense del Rito Yorkino y no a la familia Hanover Sajonia con su llamada Masonería de Rito Escocés, ubicada en un castillo de Europa. Desde entonces Joel Roberts Poinsett comenzó a dominar abiertamente la política mexicana. El 29 de septiembre de 1825 Poinsett mismo terminó de integrar a todas estas nuevas logias pro estadounidenses. Esa noche, en su casa, teniendo como invitados a todos los políticos mexicanos que había absorbido y comprado, como Vicente Guerrero y el separador de Texas, Lorenzo de Zavala, fundó, en su propia mansión, el Gran Oriente Yorkino de México. Lo siguiente fue un siglo de guerras y golpes de estado en México, dirigidos por Poinsett para expulsar a Inglaterra de América y controlar esta plaza.

 

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